Estas narrativas se amalgamaron sin querer, en silencio, como quien se amucha aprovechando hasta el último pedacito de pasto soleado. Fueron cayendo presas de a una, dos veces. Primero la celda entre la imaginación y la suerte de quien osara redactarlas. Después la celda entre la tapa y su descriptiva contracara. En tus ojos yace, posible lector, al menos una de las llaves necesarias para liberar las palabras.
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